Despenalizar el aborto, como algunos solicitan, significa lisa y llanamente legalizar el homicidio.
El Estado no puede retirarse de su función primordial: la protección de los más débiles. Y nada hay más débil que un niño no nacido. La legalización del homicidio no va a hacer bajar su tasa, ya que quienes así proceden, no lo hacen porque está prohibido sino por la inexistencia de
políticas de contención y ayuda activas. Al facilitarse una conducta, automáticamente se la promueve. Por ejemplo, en España*, al ampliarse las causales de aborto “no punible” en los últimos 10 años, el número de los mismos se duplicó. Una política de salud efectiva, debe fun-
darse en el bien común y no en elegir selectivamente quien puede vivir y quién no. El aborto no es bueno ni para la madre ni para el niño. Para la madre es 3 veces más peligroso que un parto normal, dejando en todos los casos secuelas físicas o psíquicas gravísimas. Para la víctima prin-
cipal, no hay estadísticas. Su final es siempre la muerte. Si las cifras oficiales son correctas, habría por cada mujer que muere al abortar 5.000 niños asesinados. Es absurdo darse una política para 1 y condenar a 5.000. Hay que desarrollar una política de salud que salve a 5.001
personas. No olvidemos que el aborto es hoy la principal causa de muerte infantil y su extensión revela el fracaso de los llamados “Programas de Salud Reproductiva” que fueron presentados como su alternativa para evitar que siguiera sucediendo. La vida humana es un continuo que
tiene comienzo en la concepción y su final en la muerte natural. En ningún momento de este desarrollo, nadie tiene derecho sobre la misma. No se nos escapa, que detrás de ciertas campañas para cambiar la Ley de Dios de “No matar”, la Ley Natural de preservar la especie y la Ley Po-
sitiva Argentina que protege la vida humana desde la concepción, se esconde el oscuro interés internacional de quienes quieren el genocidio demográfico para desnatalizar nuestras Patrias, de modo tal, que el ahorro que se efectúe en inversión social (escuelas, hospitales, viviendas,
etc.) se destine a pagar endeudamiento externo. La vida es el primero de los derechos humanos sin cuya existencia es imposible el cumplimiento de los restantes, y debe ser garantizado por quienes fuimos beneficiados por éste. Hacemos nuestras las palabras de S.S. Juan Pablo II y
con él repetimos: “Una sociedad que mata a sus hijos no tiene futuro”.
Estadísticas Ministerio de Salud de España (año 2002)
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